Christian Rex Van Minnen: La luz atrapada

“Madrid es uno de los lugares sagrados de la pintura, y es con una mezcla de nerviosa humildad y agradecida emoción que muestro La Luz Atrapada en VETA by Fer Francés”. Christian Rex van Minnen ha realizado, durante este último año y específicamente para su primera exposición individual en la galería, un conjunto de obras que se basan en gran medida en la obra de Velázquez, Goya, Sánchez Cotán y la escuela tenebrista española en general. Van Minnen recoge así una manera de trabajar la pintura cuyo objetivo era, en sus palabras, “manipular artísticamente la luz con la materia de la propia Tierra brillando suspendida en el óleo traslúcido”. De ahí surge precisamente el título de esta exposición: La Luz Atrapada.

Este mismo concepto aparece a menudo en el lenguaje poético del hermetismo, la alquimia y el misticismo, desde Hermes Trismegisto hasta Rumi y Rilke, y que no es otro que la luz del alma que busca la unión con la fuente. Como la luz que se mueve a través de la pintura y el óleo hasta que regresa finalmente al ojo.

Los cuadros que forman esta exposición surgen fruto de un año de exploración interior del artista, de un “viaje a través de la oscuridad hacia la luz, encontrando, providencial, la apertura de una ventana, algo nuevo”. Las primeras obras que pintó fueron las dos piezas horizontales, que se sienten, expresa van Minnen, “como el éxtasis y el terror claustrofóbicos de la experiencia interior del yo, la disolución de los límites, la deflación e inflación del ego y la disonancia cognitiva que se siente al recorrer este turbio territorio”. Metido en el estudio, trabajando en estas dos obras y sumido en la búsqueda de un lenguaje pictórico que pudiera expresar un anhelo de lo trascendental, van Minnen recuerda entonces la obra de Ambrosius Bosschaert. En los bodegones de flores frente a ventanas de este pintor flamenco, van Minnen encuentra entonces “una fórmula compositiva perfectamente adecuada para expresar la relación entre los tres límites percibidos del yo (mármol/piedra/ventana), el ojo/fenómeno visual (naturaleza muerta) y Dios/Otro/Reino Espiritual (cielo)”. Si el infierno, como dijo alguien, es una habitación sin ventanas, eso es precisamente lo que van Minnen encuentra y comienza a pintar.

Una vez acabadas y plantado frente a estas pinturas de ventanas que ahora ocupan el espacio de la galería, van Minnen experimenta “una especie de repentino extrañamiento de lo que somos, lo que son nuestros cuerpos, lo que es todo esto, que a veces me deja helado hasta los huesos y hace que el nervioso dolor claustrofóbico de Hallelujah parezca un espacio relativamente acogedor. Pero es lo que hay. Tanto en la tierra como en el cielo, así que, allá vamos”.